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Pues los que viven saben por lo menos que han de morir. Pero los muertos nada saben, ni siquiera tienen memoria. Todo lo que hayan hecho en vida —amar, odiar, envidiar— es cosa remota y ellos ya en nada participan aquí en la tierra. ¡Adelante, pues; come, bebe y alégrate; pues Dios ya se ha agradado de tus obras!

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